Hola, juventud. Hoy ha empezado la desbandada, lo que quiere decir que la banda se desmanda. Siempre hemos pensado que la convivencia se consigue mantener si -y sólo si- nos dejamos de ver de vez en cuando. Esta mañana Ángel llegó a la habitación de Blanco (el centro de reunión habitual) y dijo que tenía un billete de avión que le llevaba a Dallas para coger un enlace a Las Vegas. Como lo hacía a hechos consumados no pudimos insistirle para que se viniera con nosotros a Austin mañana. En fin, el caso es que Ángel ha mejorado mucho su inglés y ya es mayor de edad, dignidad y gobierno para hacer lo que le salga de las narices. Quedamos en hablar por teléfono por la tarde para saber que todos estábamos vivos. A estas horas, Ángel debe de estar jugándose las pestañas en algún casino o metiendo dólares entre las bragas o los slips de algún/a stripper. ¡Viva Las Vegas!, que decían Elvis y ZZ Top.
El plan de hoy no se alteró por la marcha de Ángel y nos fuimos a la NASA y a Galveston. En la primera hay una tienda de souvenirs flipante y una lista de espera para que te lleven gratis a la Luna cuando se les ocurra volver. Nos apuntamos todos, por supuesto, y añadimos a Ángel falsificando su firma. No creo que nos denuncie…
Galveston es el paraíso de los oilies, o sea, de la gente que se hace multimillonaria con el negocio del petróleo. Las plataformas de extracción se ven desde la playa y los astilleros donde las construyen son a-lu-ci-nan-tes. Nos paseamos los cuatro muertos de frío por los muelles (ver foto adjunta) y los pelícanos nos daban la razón con esa cara de camareros escépticos que la Madre Naturaleza les ha dado. Empezaban a montar todo el follón del Mardi Gras, que Galveston es una prolongación del Bayou Country de Louisiana y tienen su misma cultura de pantanos, carne de cocodrilo, zydeco y privar hasta morir.
En todo caso, el pueblo es precioso y tiene un aire a Nueva Orleáns que tira patrás. La calle central, llena de bares, recuerda a Beale Street de Memphis o a Bourbon Street de la vieja Nueva Orleáns. Guay del Paraguay, pues. A pesar de la insistencia de la camarera del primer bar en el que nos metimos (el frío era insoportable en la playa) no nos quedamos a la gran juerga de esta noche, que seguro que acaba con varios turistas muertos por congelación. Ya lo decíamos ayer, o el calentamiento global es una trola de proporciones bíblicas o esto no está en el Caribe sino en Alaska. Para mí esto del frío hubiera sido muy jodido si no hubiera sido porque Ángel me prestó su gorro de lana antes de irse. Lo digo porque anoche me dio por afeitarme la cabeza (sí, cariño, lo volví a hacer) y el bueno de Ángel me ayudó a rematar la faena por la mañana. Me se enfrían las ideas en esta Texas Bipolar. El fenómeno de El Niño es la repanocha.
Estuvimos escuchando varias veces la primera mezcla de Hardy (ya sabéis, The Very First One In The Drinking Line) y todos estamos encantados salvo el Abuelo Soto que tiene sus dudas. Se lo diremos a Hardy el martes y que se peleen entre los dos. Total, ni Hardy sabe ni papa de español ni el Abuelo sabe ni papa de tejano. Si consiguen ponerse de acuerdo va a ser lo nunca visto ni oído. Lo que sí tenemos es un orden aproximado de las canciones. Serían quince en total y estarían divididas entre la cara A y la cara B de un vinilo, que va a ser el formato base de este Country & Western. ¡Que no se diga que no damos un palo al agua, coño! ¡Un beso cajun enorme para tod@s!
PS.- Mientras estábamos cenando en el Cancún (¡cómo no!) y escuchábamos al Chapo de Sinaloa (¡flipante!), llamó Ángel y dijo que estaba bien y que también por Las Vegas hacía un frío de cojones. Este no sale del casino del hotel, lo que yo te diga...
Foto: Mardi Gras en Galvestón
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